Sí, estoy arrecha, encachimbada, furiosa. Estoy harta de ver las portadas de los medios con noticias de mujeres muertas. Muertas a mano de sus parejas, amigos, queridos y cualquier macho que se cree con poder sobre ellas.
Esta vez fue Xiomara, pero podría ser cualquiera de nosotras. Y no digan que NUNCA, porque sus maridos, novios o queridos, son diferentes. Además que ustedes no se “exponen” como lo hizo Xiomara, porque ahora resulta, que ella tiene culpa de su muerte.
La violencia nos asedia. No se trata de publicar fotos sensuales en Facebook, eso no es cierto. No es la red social, no es la foto, no son sus ojos, ni su sonrisa, no es la falda corta, no es el escote, no es porque tomó alcohol, no es porque salió en la noche: es la violencia machista que extermina MUJERES.
Esa que minimizamos, que no queremos ver, frente a la que nos hacemos las locas. Esa que nosotras mismas perpetuamos y de las que somos cómplices. No es posible que el ‘popo’, y su familia, hayan pedido resguardo al Cenidh, cuando ahora ha confesado su delito de femicidio. Lo estaban encubriendo.
Ustedes, nunca quieren hablar del tema, y cuando una lo hace, es una feminista loca, amargada que se queja de todo. Me lo han dicho. Soy sobreviviente de violencia. Todas lo somos porque la violencia está presente en todos lados. La casa, la cama, la calle. Y cualquiera de nosotras puede convertirse en un ‘blanco fácil’.
La muerte de Xiomara, y de las otras 29 mujeres asesinadas en 2016, son el iceberg (o avalancha) de esta violencia machista. Esa violencia que hasta nosotras alimentamos. Definimos roles entre hombres y mujeres; criamos niñas para el agrado de niños; excusamos el acoso callejero como ‘piropos’; señalamos y condenamos a las mujeres que rompen el estereotipo; e incluso les echamos tierra frente a los ’machos’ todo por preservarlo.
He tenido miedo. He valorado mi forma de actuar, de decir las cosas, sé que podría enojar a alguien, pero no me da la gana ser sumisa. Y no se preocupen ‘callme amargada’. Si ser amargada significa defender mis derechos, y el de las otras, no me importa. Soy amargada.
Me duele el femicidio de Xiomara, como me duele la violación colectiva de la chica de Brasil, es la misma violencia en todos los rincones del mundo. El estado es responsable, pero vos y yo, también somos responsable. ¿Qué vas hacer? ¿Quedarte viendo o vas esperar convertirte en estadística? Yo me niego a ser estadística. ¡Vamos, tenemos que buscar que hacer!
Este artículo fue publicado en El Nuevo Diario.