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madre con ansiedad

Carta de una madre con trastorno de ansiedad.

Posted on julio 28, 2022julio 28, 2022 by El Blog de tu MADRE

Por mucho tiempo tuve trabajos que exigían todo de mi, incluso el tiempo que debía dedicarle a mi familia, me acostumbré a la adrenalina que estos trabajos me inyectaban. A siempre estar pendiente del correo, a contestar el cel al primer timbrazo para resolver alguna cagada y a pensar que mi desempeño, mi facturación y eficiencia laboral equivalían a mi valor como persona.

Cuando vino la pandemia del COVID a inicios del 2020, me mandaron a trabajar a la casa, la presión en lugar de disminuir, aumentó. Tenía un cliente nuevo que atender, ni más ni menos que CLARO, el monstruo, la empresa que más factura en publicidad a nivel nacional. Que pasa solicitando artes y pidiendo cambios desde las 4 de la mañana hasta las 12 de la medianoche. No contestarle un correo o un mensaje no es una opción porque todo es URGENTE y todo es para AYER.

Creo que si el cambio de cliente se hubiera dado en condiciones normales, en una oficina, con un equipo de trabajo a mi lado, hubiera sido diferente. Sin embargo a mi, al igual que muchas otras madres, me encontró en mi casa: criando a un niño de 6 años, lidiando con clases en línea, con una cachorra de 6 meses, con los quehaceres de la casa y por supuesto con un trabajo que se metió en mi espacio personal, que se suponía era un lugar de descanso.

Al poco tiempo di en adopción a la cachorra, no podía atender a dos criaturas al mismo tiempo, entonces elegí quedarme con la que había parido y a la perrita le conseguimos un nuevo hogar. Luego de quitarme la responsabilidad de la mascota, se me fueron acabando las opciones. Renunciar a las clases en línea de mi hijo no eran una opción, renunciar a hacer las cosas de la casa tampoco porque entonces qué íbamos a comer y quien iba a lavar la ropa y limpiar, devolver a mi progenie tampoco se podía, aunque me hubiera simplificado mucho la vida y renunciar al trabajo que nos mantenía era una completa locura. Así que renuncié a lo único que quedaba en la lista, a mi misma.

Para empezar dejé de comer, porque eso me quitaba tiempo del trabajo y de todo lo demás. Dormir también me quitaba tiempo para revisar el cachipil de artes que tenían que salir si o si para AYER. ¿Además quién necesita dormir? Entonces a la verga … con 4 horas de sueño era suficiente. ¿Y la vida social? ¿Cuál? ESTAMOS EN PANDEMIA, QUE NADIE SE ME ACERQUE. Veía el virus en todo lado, ir al cajero me daba terror, ya ni hablar de ver a la gente usando la mascarilla como babero o con la nariz por fuera. Es hoy y me cuesta dar abrazos a alguien más que no sea mi hijo.

El estrés y la desnutrición me provocaron amenorrea, o sea que te deja de bajar la regla. Todavía hoy mi ciclo menstrual no se ha regulado. Y como por supuesto, mi centro de operaciones era el comedor de mi casa con una silla que no estaba diseñada para pasar 12 horas volando merengue en una computadora, me desturqué la espalda, pero ese es otro cuento.

Un día de ya no sé de cual mes me desperté y lloré desde que amaneció hasta que mandé el último correo, así pasaron varios meses, no sé cuantos, llorando, trabajando, cocinando, llorando, haciendo las tareas de español de 3er nivel, llorando. Y con una sensación de asfixia en el pecho que no era ajena para mi, pero tampoco había sido permanente. En algún momento de mi vida pensé que mi ansiedad, ahora la puedo nombrar por lo que es, era un super poder, porque me hacía estar pendiente de que no se me cayera ni medio zapote. Me hubiera gustado que alguien me dijera que vivir hiper vigilante y siempre lista para lo peor, no era normal y no me hacía más productiva.

Así pasaron los días, los meses, y las estadísticas de casos positivos, hasta que una amiga muy sabia y medio anarquista me preguntó «¿Y porqué no renunciás al trabajo amora? Te aseguro que no te vas a morir de hambre.» En mis 20 años de carrera profesional, jamás se me había pasado por la cabeza que renunciar a un trabajo era un opción. Lo había hecho antes pero siempre con otra oferta laboral amarrada. La idea me quedó rondando en la cabeza, la sometí a plenaria, como la persona ansiosa que soy, se lo consulté a todas las personas que pude, la mayoría decía que no lo hiciera que no tenía nadie que respondiera por mi o mi hijo. Entonces hice lo práctico, me puse a sacar números y me di cuenta que, en el peor de los casos, con la liquidación bien podíamos vivir hasta 2 años sin tener ningún otro ingreso. Y me aventé, me voy a la verga dije, puse mi renuncia y no volví a ver atrás.

Desde ese día gracias a Dios, los Budas, Yemanya, y los ángeles que nos acompañan no me ha faltado trabajo y no he dejado de proveer para mi hijo y para mi. Mi cerebro no ha vuelto a su configuración normal y todavía me sobresalto cuando me entra un mensaje o un correo, sigo esperando el cataclismo. Estoy en tratamiento para la ansiedad y la depresión, me costó mucho tener el valor de ir donde el psiquiatra y admitir que algo no andaba bien, todavía me cuesta repetir el diagnóstico «trastorno mixto de ansiedad y depresión» me dijo. Es como que estuvieran hablando de otra persona, pero eso es lo que tengo, por el momento, porque sé que no voy a tenerlo para siempre.

Hoy solo sé que quiero una vida tranquila, simple, como la de Pepe Mujica. No he encontrado la forma de salirme de la la Matrix e irme a vivir a la laguna o dedicarme a chinear bebés. Pero sé que no me interesa dar la vida por ser millonaria, ni quebrarme el lomo para generarle reales a una empresa que ni siquiera es mía. Prefiero invertir ese tiempo en ver crecer a mi hijo y leerle cuentos. No descarto la posibilidad de dejar el freelanceo y volver a ser asalariada para tener unas finanzas más estables, pero bajo condiciones de trabajo dignas.

En cuanto a mi mente, pues todavía hay días malos, de mucha tristeza en los que me levanto de la cama solo porque me acuerdo que soy madre, mucha culpa, pánico al futuro. Aún me juzgo y me maltrato a mi misma, es como tener a Lord Voldemort en mi cabeza, creo que esta es la peor parte. Pero supongo que así es este viaje, no puede ser todo cuesta arriba y no hay una cura mágica para los problemas de salud mental. Lo importante es dar el primer paso, admitir que tenés una condición y buscar ayuda.

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